¿Acompañar a las familias en la pérdida de un ser querido forma parte de la atención que ofrecen los profesionales de la salud y del ámbito social? He aquí la cuestión. La falta de tiempo, la poca formación, en algunos casos, y también la incomodidad que provoca hablar y afrontar la muerte –aunque sea la de otros- durante la vida son factores que impiden ofrecer el apoyo que las familias requieren en un proceso de duelo.
El duelo no es una enfermedad ni un trastorno, sino que es un proceso que nos afecta ante cualquier pérdida y que tiene implicaciones corporales, conductuales, emocionales, mentales, espirituales y sensoriales. ¿Cuántas personas conocemos que al perder su pareja se han encerrado en si mismos y han perdido contacto con el mundo que les rodeaba o han caído en un estado de tristeza?
La realidad que es que debemos entender que el duelo es un proceso normal, que es dinámico, activo e íntimo. Por encima de todo, cada persona lo vive de una manera única y no comparable con las experiencias que hayan podido tener otros, porque el duelo forma parte de la esencia y de nuestro mundo interior.
Tal y como indica la psicóloga Núria Soler, hay que dar una respuesta individualizada: “Adaptarse en cada caso es la estrategia adecuada, aceptando con naturalidad la respuesta al dolor de cada persona afectada por la muerte”.
Pese a los obstáculos, lo que siempre pueden hacer los profesionales es adelantarse y poner al alcance de las personas que, de manera inminente, sufrirán la pérdida de un amigo o familiar, todas aquellas herramientas y recursos existentes, ya sean públicos o privados, para poder iniciar, de una manera adecuada, el proceso de duelo.
Estas han sido algunas de las conclusiones del taller “Acompañar a las familias en el duelo” que el pasado 24 de mayo impartí, en nombre del Grupo Mémora, en el marco del X Congreso de la Federación de Residencias y Atención a Mayores (LARES), que se celebró en Zaragoza, con la asistencia de más de 600 profesionales de este ámbito.