Seguro que a muchos de nosotros
cuando nos hablan de malos tratos a personas mayores nos viene a la cabeza la
típica imagen de un anciano que recibe agresiones físicas por parte de su
cuidador o de sus hijos. Seguramente son imágenes más propias de películas de
Hollywood o de aquellos filmes de serie B de televisión, que se emiten los
domingos por la tarde.
La realidad demuestra que los
malos tratos existen y que seguramente es la forma más oculta de violencia que
hay, porque sigue, desgraciadamente, muy silenciada. Pero los malos tratos a
los ancianos van más allá que una simple agresión física, a veces se trata de
abusos, negligencias, coacciones o formas de relación perniciosas que se
instalan con absoluta normalidad y que ni el propio afectado sabe detectar.
Un maltrato es una agresión
sexual, pero también aislar el anciano de sus actividades habituales, de sus
amigos o llegar a considerarlo y a tratarlo como a un niño, en otras palabras,
infantilizarlo. Cobrar cheques sin su autorización, coaccionarlo para que firme
un documento o hacer un uso indebido de su dinero también es maltratar.
Y también lo es cuando no se
cumplen con las obligaciones hacia nuestros mayores. Se incurre así en un caso
de clara negligencia. En este punto, en los últimos meses me he preguntado
insistentemente si actualmente, las administraciones, con las políticas de
austeridad y recortes, que se ceban con los más vulnerables, están practicando
un cierto tipo de maltrato. Y yo diría que la respuesta es claramente
afirmativa.
Muchos ancianos dependientes se
están quedando sin prestaciones. Algunos que hasta hace poco vivían en
residencias, frecuentaban centros de día o tenían ayudas para recibir
atenciones a domicilio han tenido que volver a casa de sus hijos, que, de golpe
y porrazo, se han visto obligados a asumir la tarea de cuidadores non stop.
Recientemente, en el marco de una
jornada para personas mayores y profesionales que se celebró en Firagran, una
feria dedicada a las personas mayores a la que asistieron más de 50.000
personas, tuve la ocasión de moderar, como representante del Grupo Mémora, un empresa
de servicios funerarios, un debate acerca de este tipo de malos tratos con
representantes del ayuntamiento de Barcelona, la Diputación de Barcelona y los
Departamentos de Salud, Interior, y Bienestar Social y Familia de la
Generalitat de Catalunya. ¿El objetivo? Abordar los protocolos de actuación. ¿Y
el reto pendiente? Avanzar todavía mucho para coordinar esfuerzos.
En Catalunya se denunciaron el año
pasado 716 casos de malos tratos a personas mayores, pero mucho me temo que
deben haber muchísimos más episodios. En Estados Unidos se calcula que sólo
llega a denunciarse uno de cada cinco casos.
Habrá que trabajar todavía mucho,
ahondar en la formación de todos aquellos profesionales que están en contacto
con personas mayores para prevenir, detectar y conseguir que este tipo de fenómenos
salgan a la luz, siguiendo el camino que ya hace años se trazó con la violencia
contra la mujer.
Los recortes y la crisis,
coyunturas que juegan muy en contra y que muy probablemente harán acrecentar este
fenómeno porque la falta de recursos provoca más soledad y aislamiento de los mayores, no pueden ser una
excusa. Seguramente ahora es el momento de apostar por colaboraciones entre el
sector público y privado para crear espacios que permitan apoyar, acompañar y
dar todo el apoyo que necesitan a aquellos que, bien entrados los años y a
veces sin ser demasiado conscientes, sufren malos tratos.