Vivir
un proceso de duelo no tiene que por qué ir vinculado con la muerte. Son muchas
las situaciones que pueden desencadenar este proceso único, personal e
intransferible. Ser capaces de abordar el duelo desde una mirada
interprofesional que traspase el ámbito de la salud y que rompa tabúes,
barreras y estigmas es uno de los grandes retos pendientes.
Hace
tiempo viví de muy cerca la separación de pareja y el posterior divorcio de una
persona cercana. En ciertos momentos, sus trastornos emocionales se convirtieron
en malestares físicos, que en algunos casos acabaron con la consulta a su
médico de familia y bajo tratamiento farmacológico. ¿La causa? El esfuerzo y el
sufrimiento de afrontar la pérdida de una relación sentimental de muchos años.
Mi
sorpresa vino al ver su mirada de incredulidad cuando, como enfermero, le
notifiqué que una buena parte de su malestar nacía por el dolor que le estaba
comportando su proceso de duelo. Ella, que no es profesional del ámbito de la
salud, respondió que, desde su imaginario, siempre había relacionado el duelo
con el hecho de afrontar una situación de muerte.
Este
episodio me ha hecho pensar muchas veces que si ella lo desconocía, seguro que
muchas otras personas siguen compartiendo esta visión errónea.
Un
proceso único y personal
Mayoritariamente
se ha asociado el duelo a la pérdida de un ser querido. Pero el proceso de duelo
está vinculado a cualquier tipo de pérdida. Así perder el trabajo, el nivel de
vida o un cambio de ciudad, de casa, situaciones tan frecuentes actualmente por
culpa de la situación económica que estamos viviendo, pueden comportar, pues un
proceso de duelo.
El
proceso de duelo es diferente para cada persona, pues hay tantas formas de
vivirlo como situaciones lo desencadenan, la duración también es variable y,
por lo tanto, el ritmo es diverso y depende de la capacidad de adaptación de cada
cual.
En
el proceso de duelo aparecen una mezcla de sentimientos como la tristeza, la
angustia, la apatía, la culpa, la rabia, el abatimiento, la sensación de
injusticia, que se pueden mezclar con alteraciones del sueño, del hambre o de la
libido y también manifestaciones como palpitaciones, sudoración, cefaleas, etc.
En
todo caso, el listado de síntomas es muy variado, puesto que cada persona puede
desarrollar su propia manifestación ante una pérdida. Cada cual se adapta y
responde como puede o cómo sabe.
La
alianza multiprofesional, un reto
Del
mismo modo que el duelo afecta a las diversas dimensiones de la persona, el
abordaje de estas afectaciones tendría que ser multiprofesional, algo que, a
veces, no se desarrolla suficientemente.
A
menudo los profesionales de la salud actuamos cuando ya se ha iniciado un
proceso patológico del duelo, pero tenemos que ser capaces de promover acciones
de prevención y promoción que ayuden a vivir con la máxima normalidad posible
este proceso. Y hacerlo no sólo de la mano de quienes trabajan desde la vertiente
de la salud, sino de los profesionales que se mueven en los ámbitos social,
educativo, laboral y de ocio, pero también de quienes trabajan en el ámbito de
los servicios funerarios, entre otros.
Hace
falta pues, romper las barreras clásicas que tradicionalmente nos han separado
y, a pesar de las dificultades, ser capaces de actuar todos conjuntamente, cada
cual desde su mirada y realizando su aportación profesional.
Para
lograr esta necesaria intervención multidisciplinar, los profesionales de la
salud necesitamos todavía de mucha formación no sólo para ayudar, acompañar y
apoyar a una persona que afronta un proceso de duelo, sino para ser capaces de
abordar desde nuestra vertiente profesional y/o personal nuestros propios
miedos, que a menudo nos impiden ofrecer la ayuda o el seguimiento necesario.
Adaptación
del artículo publicado en la revista Annals de Medicina de la Academia de
Ciencias Médicas y de la Salud de Catalunya y Baleares. 2013, Volum 96, Número 3