Mi madre, que ya tiene 76
años, todos los sábados por la noche se concede su capricho semanal: comerse un
“bocadillito de jamón con una cervecita”, como ella misma explica. Seguramente
podría pensarse que esta actitud no forma parte de un hábito de alimentación
saludable y que ello contraviene algunos de los parámetros que determinados
profesionales de la salud recomendarían a una persona de su edad y condición
física.
La Organización Mundial
de la Salud define, en la década de los años 50, la salud como “el completo
estado de bienestar físico, psíquico y social y no solamente la ausencia de
enfermedades”. Evidentemente todos los hábitos saludables deben conducirnos
hacia el bienestar físico, pero hay situaciones en la vida de las personas en
las que hay que saltarse las reglas marcadas, pues ello aporta un bienestar
psíquico, que puede llegar a resultar igual o más placentero.
Ésta es una de las reflexiones
personales que me hice después de ver la película Arrugas, basada en el cómic del premiado Paco Roca, que hace ya algunos
meses se pudo ver en las pantallas y que fue el eje de un coloquio en el que
participé el pasado mes de mayo en el marco de la celebración de FiraGran 2012,
un encuentro dedicado a las personas mayores que se celebró en L’Hospitalet de
Llobregat, coincidiendo con el Año Europeo del Envejecimiento Activo.
La película Arrugas narra la amistad entre Emilio y
Miguel, dos personas mayores que viven en una residencia geriátrica. Su manera
de enfocar el día a día tiñe de comedia y de ternura su vida en el centro, que
es bastante aburrida. Aunque para algunos de sus compañeros la vida ya ha
terminado, ellos acaban de empezar una nueva.
Arrugas nos ofrece muchos
elementos de debate. ¿Cómo afrontamos la soledad cuando nos hacemos mayores?
¿Cómo podemos mantenernos sanos? ¿Debemos planificar la vejez o nuestros hijos
han de decidir por nosotros? ¿La sociedad, la publicidad y los medios de
comunicación arrinconan a las personas mayores? ¿Las hacen invisibles?
El film me transmitió dos
mensajes interesantes: el primero es que la vejez ofrece oportunidades para
cambiar de actitud y la manera de ver las cosas y el segundo es que la amistad,
en este caso el vínculo entre los dos protagonistas, es la fuerza que ayuda a
hacer este giro.
Un giro que permite
constatar que pese a las dificultades que pueden surgir con el paso de los
años, hay que enfocar la vejez, aceptando esta situación, pero a la vez
viviéndola desde una actitud positiva. Si el cerebro sigue funcionando,
hacernos mayores puede ser una buena oportunidad para dedicarnos a aquellas
actividades que nos quedaron pendientes.
Ésta es precisamente una
de las tesis del libro La hora de la
verdad de la escritora Rosa Regàs, que os aconsejo leer. Habla de vejez
como “un canto a la vida, que no huye de la proximidad de la muerte, pero que
también nos incita y nos da alas a nuestras vocaciones ocultas, las que hemos
mantenido escondidas tantos años y que ahora, liberadas y descubiertas, pueden
finalmente florecer”.
Hola saludos, muy bonito tu articulo, me ha gustado muchísimo, hace un año termine mi curso en esta web https://cursos-gratis.com.es/c-curso-gratis-auxiliar-de-enfermeria-en-geriatria-a-distancia y hoy por hoy luego de trabajar tanto tiempo con personas mayores, siento que debemos aprovechar el tiempo al máximo, para poder disfrutar de nuestros años de adultos mayores, no importa que edad tengamos sino como nos sentimos.
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