Esta semana se celebran diez años del tremendo atentado que golpeó a toda
la sociedad española. Eran las 7.36 horas de la mañana de lo que parecía ser un
día cualquiera, en el que miles de personas cogían el tren para ir a trabajar. De
golpe, estallaron las tres primeras bombas en la estación de Atocha, escenario
que minutos más tarde se repetiría en la estación de El Pozo del Tío Raimundo y
Santa Eugenia y finalmente, otra vez en Atocha. Diez explosiones que se
cobraron con 192 muertes y 1858 heridos.
Ha pasado ya una década pero quienes vivieron en su piel aquel atentado no
han podido olvidarlo ni tampoco el conjunto de la sociedad que, impactada por
la brutalidad de los hechos, siguió los acontecimientos enganchada a las
pantallas de televisión. Estos días, con motivo del triste aniversario, los
canales de televisión vuelven a rememorar los hechos con reportajes y entrevistas
a familiares y víctimas.
Una de las primeras cadenas en hacerlo ha sido La Sexta, que a través del
testimonio de Vera, la hija de una de las víctimas, que en el momento de la
muerte de su padre sólo tenía ocho años de edad, ha analizado, aunque de manera
indirecta, el proceso de duelo y los intentos de superar la catástrofe de
algunas de las víctimas directas, sus familias y también profesionales que se
vieron involucrados a la hora de dar apoyo y acompañar a quienes vivieron en primera
persona aquel atentado.
Una médico del SAMUR, uno de los primeros polícias que llegó a Atocha, un
cámara de televisión que se dirigió al pabellón de Ifema para grabar todo lo
que allí ocurría y un taxista que desde el exterior de la estación central de
tren de Madrid recogió a quienes huían del dolor y el infierno vivido. Estos
fueron los perfiles de los profesionales que se incluyeron en el reportaje de
La Sexta.
Me gustó este nuevo enfoque. En los últimos años hemos vivido la
normalización en la gestión del proceso de duelo de las familias porque, aunque
sea lentamente, se ve que ayuda a la superación de la muerte. Pero aún
olvidamos el impacto que la muerte ocasiona en los profesionales.
Y si en ocasiones hemos centrado los esfuerzos en abordar el duelo de los
profesionales, lo hemos hecho con aquellos que habitualmente están al lado del
moribundo y sus familias, tales como enfermeras y médicos de cuidados paliativos,
urgencias y otras áreas críticas. ¿Pero qué pasa con aquellos otros
profesionales que trabajan directamente con la comunidad y que en ocasiones
deben enfrentarse con la muerte?
El cámara de televisión que se ve obligado a abandonar su cámara porque el
impacto emocional le impide seguir trabajando, el policía que rememora con
detalle todos aquellos hechos que nunca borrará de su mente y la médico de
emergencias que pese a haber gestionado muchas catástrofes desde aquel 11M
revive las imágenes. ¿Tras el 11M se puso a su alcance algún recurso para ayudar
a afrontar y digerir aquel impacto? Me atrevería a contestar, con casi toda la
seguridad, que no.
Alrededor de la muerte quedan muchas asignaturas pendientes, pero esta es
quizás de las más olvidadas.
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