Cuando busco momentos de relajación y desconexión echo mano de algunas
series de televisión que me trasladan mentalmente al escenario donde se
desarrollan y me ayudan a ausentarme durante unos minutos de mi realidad. Una
de esas series es Mentes criminales, donde más allá de los argumentos y las
escenas más o menos escabrosas, me apasiona la frase final que, a modo de
corolario, cierra los capítulos.
Hace unos días en una reposición escuché la siguiente frase: “La muerte
pone fin a una vida, no a una relación”, y al oírla aproveché rápidamente para
anotarla pensando en su utilización posterior en este blog o en las redes
sociales.
Consulté el nombre de su autor y comprobé con sorpresa que era Mitch Albom,
escritor y periodista norteamericano, el mismo que había escrito el libro “Martes
con mi viejo profesor”, que a lo largo de estos últimos años he leído en
diversas ocasiones, a partir de la recomendación de un muy buen amigo.
Poco me hubiera imaginado yo que diez días después esta frase ayudaría a
introducir las palabras que la familia de un amigo cercano que en los últimos
seis meses ha luchado contra un cáncer, que por desgracia no pudo
superar, le dedicó en la ceremonia de despedida.
Quienes participaron, leyeron y tocaron sus piezas musicales en aquella
ceremonia de adiós que hace una semana reunió a más de 600 personas en el
tanatorio de Les Corts de Barcelona fueron escogidos por él, por cierto
seguidor de este blog. Cada detalle, cada palabra fueron escrupulosamente
planificados por su esposa y su hija menor, interpretando, recordando y
siguiendo las instrucciones que él mismo les había trasladado, en el hospital,
días antes de pedir la sedación para mitigar el dolor o más bien, mantener su
dignidad hasta el fin de su vida.
Pero su coraje a la hora de cerrar el último capítulo de esta vida, como
mínimo la de aquí y ahora, fue mucho más allá. Se despidió hasta el infinito de
los más allegados, de la familia más íntima, pero también de sus amigos, de
quienes le habían acompañado en los últimos meses, y de aquellos que, en un
ejercicio de prudencia, quisieron hacerle llegar su apoyo mediante el teléfono
o el correo electrónico.
Hasta el final echó mano de su ironía, para ayudar, mitigar y ayudar no
sólo en su propio proceso de aceptación de la muerte, sino de los que le han
acompañado. Tuvo tiempo de cerrar conversaciones pendientes, mostrar
sentimientos, cerrar trámites ante el notario, expresar sus últimas voluntades.
¡Se requiere valor, fuerza y sobretodo tanta madurez para aceptar este camino!
En mis años de experiencia como enfermero he estado muy cerca de la muerte
ajena, pero con esta experiencia, que me ha tocado de cerca, he comprobado la
importancia que tiene para el entorno más intimo de la persona fallecida haber podido convivir de manera conjunta el proceso del final de su vida desde
la proximidad, el respeto, el cariño y el saber hacer.
Estoy plenamente convencido que el camino escogido por él ha ayudado y lo
seguirá haciendo, de manera silenciosa y continua, en afrontar la pérdida y
realizar de la manera más adecuada el duelo de los seres queridos.
Para mí ha sido una lección de vida, una lección de final de vida, de morir
con dignidad, de morir con la convicción que, a pesar del dolor de la
situación, a pesar de dolor por la pérdida, el ser humano es ante persona y
decide, en muchas ocasiones, poder vivir dignamente hasta el último momento.
“Al final del camino me preguntaran:
¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo, sin decir nada,
abriré el corazón lleno de nombres”
Post dedicado a Alfons Banda Tarradellas, fallecido el 30 de enero de 2014.
Tus palabras Josep, como siempre, me traen de la muerte a la vida y de la vida al amor. Es cierto que la muerte pone fin a una vida pero no a una relación, y sin duda, nuestra relación cambia con ese ser que ahora no está físicamente en nuestro día a día. Muchas veces incluso, esa ausencia se torna más presencia que nunca.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras Maria José. Comparto plenamente tu valoración. Además creo que a partir de esa vivencia nada vuelve a ser lo mismo en el día a día. Es un aprendizaje continuo
ResponderEliminarM'ha encantat. Una història molt compartida!
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