martes, 29 de agosto de 2017

Vivir con salud a pesar de las limitaciones

Hay quien dice que hacer limpieza de papeles es también una manera de hacer limpieza personal. Este mes de agosto he aprovechado algunas tardes para ordenar, revisar, clasificar libros, apuntes, documentos, dosieres y pude rescatar algunas perlas como mis primeras participaciones como ponente en congresos de enfermería. Hubo una que me impactó profundamente y que quiero compartir con vosotros. ¿Cómo se puede vivir con salud pese a las limitaciones? La respuesta está en la carta de Trini, una chica de 25 años, con la que en aquel momento compartía edad y a quien yo cuidaba en el servicio de hemodiálisis del hospital en el que trabajaba.

Hoy es día de diálisis.

Las 21.30 y Miguel tiene que venir. Yo ya hace rato que le estoy esperando; ya ha llegado, me voy con él. Cada noche cuando me meto en el taxi se me hace más difícil llegar, casi todos los días lo mismo, estoy cansada y esto no acaba.

Recogemos a Diego y después de una amena y corta conversación, llegamos al hospital.

Miguel se marcha; y Diego y yo entramos. Después de lavarme la fístula, paso dentro y el mundo se me cae a los pies, tras saludar a los demás, me preparo un vaso de leche, me peso y me meto en la cama. Hoy no sé quien me va a pinchar, pero me da igual, ya que todos los pinchazos son lo mismo. No sé porque, pero una “inmensa pena” me ahoga el pecho cada vez que me meto en la cama y estoy deseando que acaben conmigo.

Ganas de llorar, deseo de correr, ganas de gritar, lágrimas en mis ojos y al final, paciencia, … fijar mi mirada en el techo y esperar y desear que la noche vaya bien. Llevo una hora y no ha pasado nada, intento dormir, voy a relajarme a ver si lo consigo.

He dormido un poco, ahora al despertar siento un ligero mareo y llamo a alguien. Vienen  y me pasan un poco de suero, … ya me encuentro mejor. Noto un dolor suave en el brazo donde tengo las agujas, intento moverlo, cambiarlo un poco de posición y, finalmente encuentro consuelo. Y mientras pasa la noche, pienso y pienso en cómo era yo antes de todo esto. ¡¡No me lo creo!!, busco mil respuestas sin encontrarlas, y sólo me consuelo mirar atrás y pensar que, … que bueno, me ha tocado a mí y que sólo le pido a Dios, cuando siento esta impotencia, que no me abandone, y que cada día y cada noche me dé más fuerzas para poder seguir soportándolo.

Se acabó la noche, vuelvo a casa con una gran ilusión, primero porque tengo que agradecer que todo haya salido bien y, segundo porque pienso que al día siguiente no tengo que volver, y aunque parezca raro, el día que no vengo a diálisis soy otra persona, soy yo. Sólo hay un problema: que mi pesadilla se repite tres noches a la semana.

Así van pasando mis días y mis noches, esas noches que coartan por completo mi libertad como persona, como mujer, como ser humano. Esa libertad que me es concedida en el primer segundo de vida y, que ahora sólo depende de mí espera, de ese esperar tan amargo que me vuelve egoísta. Y a veces me asusta pensar que el fin de otra persona, “es mi libertad”

¿Trini, pese a su situación, vivía con salud? Ella intentaba vivir de la manera más independiente posible, pese con sus limitaciones, luchaba con ansia contra su deterioro renal para salir adelante y al salir de las sesiones en el hospital intentaba, en la medida de lo posible, seguir con su nueva vida, rodeada de los suyos. parafraseando la definición de Jordi Gol i Gurina, Trini vivía su vida de forma autónoma, solidaria y jovial  (en el original catalán: joiosa), pese a sus limitaciones, claro está.

Nos queda, todavía hoy, el gran reto pendiente: garantizar al máximo que las nuevas Trinis tengan cubiertas sus necesidades básicas, no sólo las físicas sino aquellas más emocionales. Porque como decía la filósofa francesa Simone Weil, “los hombres no tienen otra necesidad en este mundo que el de otras personas capaces de prestarles atención, algo raro, muy difícil, casi un milagro”. ¿Y vosotros, creéis que hoy esto sigue siendo un milagro? 

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